AL DIABLO CON NUESTRAS BUENAS INTENCIONES

La noción de mediación comunitaria como práctica crítica y comprometida con la justicia social no es sinónimo de consenso, participación ni celebración de la diversidad; más bien aparece como una pregunta irresuelta sobre qué es lo que trans-forma o podría transformar y sobre sus puntos ciegos. En medio de la celebración por los diez años de implementación de esta noción de trabajo en la Fundación Museos de la Ciudad, de Quito, intento hacer una autorreflexión sobre los aprendizajes en torno a las maneras de relacionamiento entre comunidades e instituciones culturales, los desafíos y contradicciones actuales. El texto acompaña la edición de una serie de carteles en donde robamos una frase de Iván Illich como provocación que nos empuja a cuestionar los supuestos positivos de nuestra práctica.

Aunque este texto es modesto, quiero pedir permiso y agradecer las experiencias que vivimos con Valeria, Andrés B, Andrés R, Sebas, Pablo, Juan Francisco, Anahí, Maryangel, Carlos, Dolo, Daniel, Heidy, José, Lola, Pauli, Samuel, Lenin y Ana, con quienes hicimos mediación comunitaria, en distintos momentos, entre 2012 y 2016. Finalmente, agradecer las conversaciones con Lenin Santacruz, profesor de educación artística en la Universidad Central del Ecuador, el pesimismo radical de Natasha Sandoval, historiadora en el Museo de la Ciudad y los reclamos sobre una narrativa en clave educativa de Carolina Ganch.

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Como citar: Cevallos, A. (2023). Al diablo con nuestras buenas intenciones. En post(s), volumen 9 (pp. 230-243). Quito: USFQ PRES

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