Go to the content

Interpretar la experiencia y la descolonización del saber

0 no comments yet No one following this article yet. 21 views
Translations

Mareia Quintero Rivera, grupo Puerto Rico

“Mucha niebla, mucha tiniebla, mucha es la que deja la educación colonial en el colono”, escribió a fines del siglo XIX el educador y pensador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, quien exiliado de su patria – entonces colonia española- aportó cimientos hacia una pedagogía latinoamericana para la libertad, sobretodo desde Chile y República Dominicana. Seguramente no imaginaba Hostos con cuanta pertinencia y dolor resonarían sus palabras a oídos de sucesivas generaciones. La muerte del prócer en 1903 coincidía con establecimiento del primer sistema de educación pública en Puerto Rico. Pero uno muy distante al que soñara, pues sería otra potencia colonial – los Estados Unidos- la que lo implantara en la isla, transferida como botín de guerra en 1898. Un sistema de educación pública articulado como eje del proyecto de asimilación de los puertorriqueños al imperio, intentando imponer la enseñanza en inglés a una población que desconocía dicho idioma y promoviendo la identificación de los niños y niñas con la simbología de la nación norteamericana.

La educación, desde nuestra perspectiva, tiene que ver con la posibilidad de reconocer y cuestionar lo que Antonio Gramsci denominaba como sentidos comunes,  o visiones de mundo hegemónicas que se nos muestran de forma naturalizada. La colonialidad del saber y el poder está fundada sobre los sentidos comunes que ha producido la experiencia colonial en la historia de la humanidad. Para los puertorriqueños y puertorriqueñas esta colonialidad, que con diversos matices penetra las estructuras del sentir en la experiencia latinoamericana, entronca con el colonialismo como realidad política y jurídica. La educación implica, pues, el descubrimiento de criterios para interpretar la experiencia con lentes que disipen la niebla de los sentidos comunes; las tinieblas de la colonialidad. La educación implica la exploración –en el sentido Gramsciano- del buen sentido de la clase trabajadora. Samuel Araújo (2013) lo explica de la siguiente manera:, “cuando la experiencia de vida comienza a esbozar una visión de mundo alternativa a la dominación y a la explotación”. Es la experiencia vital la que proporciona los ingredientes de una visión de mundo alternativa. De ahí la importancia que educadores como Paulo Freire otorgaron a la experiencia como base del proceso educativo. Como ha dicho el educador uruguayo Miguel Soler (2014): “Todo trabajo educativo es un trabajo situado” (p. 45). En nuestra práctica, la gestión cultural es vista como plataforma educativa en la medida en que aporte nuevos criterios para interpretar la experiencia y promover el pensamiento crítico.

 

La experiencia como sedimento sobre el cual construir el diálogo y horizontes colectivos

La experiencia deja sedimentos que no sólo construyen nuestra subjetividad, sino también la materialidad misma de las posibilidades  emancipadoras. Es por eso que no sólo nos importa afinar los lentes para interpretarla, sino propiciar experiencias liberadoras. En esa dirección nos parece que una estrategia fundamental es la validación de experiencias y conocimientos que han sido desvalorados, así como la posibilidad de compartir con otros la experiencia propia. Las perspectivas de Boaventura de Souza Santos respecto a cómo el pensamiento moderno sistemáticamente ha desperdiciado un enorme cúmulo de experiencia social y de saberes, generando un “epistemicidio”, así como su propuesta de construcción de una ecología de saberes, han inspirado nuestra práctica y reflexiones. La experiencia estética, así como la afectiva, invisibilizadas como zonas de producción de conocimientos, emergen con una nuevas carga de potencialidad.

En términos teóricos, la propuesta de Alejandro Grimson (2011) de una perspectiva experiencialista de los procesos identitarios, nos parece relevante. Frente al agotamiento de las nociones esencialistas y constructivistas de la identidad, Grimson propone valorar el peso de las sedimentaciones generadas por la experiencia histórica en los sentidos de lo colectivo.

 

Referencias

 

Araújo, Samuel (2013). Entre muros, grades e blindados; trabalho acústico e práxis sonora na sociedade pós-industrial. El oído pensante, vol. 1, n. 1.

Díaz Quiñones Arcadio (1993). La memoria rota. Ensayos sobre cultura y política. San Juan, Ediciones Huracán.

Grimson, Alejandro (2011). Los límites de la cultura. Crítica a las teorías de la identidad. Buenos Aires, Siglo Veintiuno.

Santos, Boaventura de Sousa (2003). Crítica de la razón indolente: contra el desperdicio de la experiencia. Para un nuevo sentido común: la ciencia, el derecho y la política en la transición paradigmática. Bilbao, Desclée de Brower.

Soler Roca, Miguel (2014). Educación, resistencia y esperanza. Buenos Aires, CLACSO.

Vich, Víctor (2013). “Desculturalizar la cultura. La gestión cultural como forma de acción política”. Latin American Research Review, Vol. 48 Special Issue, pp. 129-139.


0 no comments yet

If you are a registered user, you can login and be automatically recognized.